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¿Por qué las emociones nos toman tanto?

Porque no las escuchamos como necesitan ser escuchadas. O no les prestamos oído, o les damos un megáfono que lo único que hace es aturdirnos. Cuando esto ocurre, quedamos sesgados y perdemos perspectiva.


Algunas emociones fuertes de este tiempo: miedo, angustia, ansiedad, enojo, frustración, hastío, desesperanza, incertidumbre… y otras tantas. Frente a las emociones podemos tomar distintas acciones: evadir o huir, quedarnos paralizados, o reaccionar con rechazo o violencia. Estas reacciones están inscriptas en el ADN de nuestra especie y se activan frente a situaciones de amenaza, por eso están tan a flor de pie en este tiempo: tenemos un entorno amenazante. Pero, la experiencia nos dice que estos modos de reacción no nos ayudan a resolver nada, por lo general aumentan nuestro flujo emocional, al que se le sumará la frustración de quedar atrapados en un círculo vicioso que profundizará aún más el malestar en nosotros

¿Qué otras alternativas de respuesta tenemos? Las emociones son nuestras aliadas, ellas nos hablan de lo que nos está sucediendo, por eso es necesario abrirnos y mirar de frente lo que ocurre, detener el impulso de escondernos o de rechazar sin saber claramente que ocurre. Escuchar, pero sin megáfono, para que otras habilidades que tenemos se pongan en juego (por ejemplo: el entendimiento que nos permite dejar de subjetivizar tanto). Aceptar lo que está sucediendo. Cuando miramos de frente, podremos descubrir en qué condiciones estamos (internas y externas) para poder hacer y dar lugar a que ocurra algo distinto. Aceptar activa la creatividad en nosotros. Supone tener una actitud activa y no pasiva como la que surge de la resignación.

Acoger, y si te animás, abrazar eso que está, eso que te ocurre. Abrazar no es darte una palmadita en la espalda con una actitud complaciente. Abrazar es una acción fuerte y firme, es acercarte lo más que puedas a vos misma y darte todo el calor, el cuidado y la compasión que necesitas para levantarte de donde estés y puedas ponerte en marcha con lo que hay y con lo que cada día te ofrece.

Mirar de frente, aceptar y abrazar son respuestas que bombean bienestar al corazón.

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